Yo no quiero horario de oficina

"Yo no queria una vida normal,
no me gustaban los horarios de oficina,
mi espiritu rebelde se reia del dinero, del lujo
y del confort".
 Los Auténticos Decadentes


¿Qué es cierto de todo esto? Sólo no quiero un horario de oficina, no tengo espíritu rebelde y mucho menos uno que se ría del lujo y del confort. Qué le vamos a hacer, me gusta la buena vida (cuando mis papás me dan dinero para dármela).
Pero no es ese el motivo por el que te estoy escribiendo Querido Diario, te quiero contar que esta semana tuve una crisis existencial que me hizo dudar sobre la vocación que persigo.
Siete notas enviadas y sólo una se aprobó, ¿es que tan mal escribo? Me derrumbó.
Me sentí como el ejemplo cruel que dio Diana Marenco al decir que quien estudia periodismo y no sabe escribir es como una gorda, fea y celulítica que quiere modelar. Me sentí la gorda frustrada.
Tomé la decisión mexicana más fácil: "¡A la chingada!"
Decicidí dejar botado el servicio social. Claro, lo estuve diciendo por todos lados excepto a la persona que se lo debía de decir: el editor. Recibí silencio, aprobaciones y un "qué poca presión aguantas Priscila"; creo que fue esa última la que me hizo darme cuenta que no dejaba de quejarme pero no hacía nada al respecto.
¿Por qué no le había dicho al editor que lo iba a dejar? El inconsciente no me lo permitía (quizá fue mi espiritu no rebelde).
Nunca he desertado de nada en mi vida: siempre termino lo que empiezo. Tal vez eso no me dejaba mandar el correo al editor avisándole que no podía más. 
Tal vez fue esa sensación única cuando vi dos notas publicadas y además recibí mi primer gafete de acreditación como prensa; no sé qué fue, sólo sé que ocurrió mientras desayunaba  hoy en la mañana.
Me niego al horario de oficina, me negué a él desde el momento en que decidí que el periodismo era mi vocación.
Desde hoy mi horario lo decidirá el deadline de una sala de redacción.


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